Cronos y Kairos

Al terminar una sesión, una paciente me pregunta «¿Dónde hemos estado?».

Construir una relación requiere tiempo. Cuando una persona viene a consulta, necesita construir la confianza necesaria para permitir al otro acceder a su interior verdadero, y esto requiere tiempo. Me refiero a la confianza en cuanto a conocer al terapeuta, a saber cómo trata a la persona habitualmente, cómo la escucha, cómo la mira, cómo es el tono de su voz al hablarla, cómo se siente cuando es tocada por él, si se siente comprendida y respetada.

Pero la persona también necesita tiempo para construir la confianza suficiente en sí misma para poder abrirse, para ser capaz de acceder a aquellos lugares doloridos, faltos de comprensión, faltos de un contacto profundo que nutra y repare. Poder confiar en que esa reparación pueda existir, y en que ella será capaz de hacerlo. Requiere tiempo.

Vivimos una etapa en la que el avance de la tecnología es espectacular, en un mundo con una capacidad de aprendizaje y desarrollo que nos sorprende a todos. Y a veces nos seduce intentar aplicar esta rapidez también en otros ámbitos, como el cuidado personal, las emociones, los vínculos humanos. Especialmente en procesos como un duelo, una ruptura, una reparación profunda, este deseo de premura se manifiesta de forma más acuciante.

Sin embargo, estos procesos están pautados por otro ritmo, un ritmo biológico, un ritmo en el que la optimización, el raciocinio, la lógica matemática no tiene cabida.

Es el ritmo de la vida.

Al nacer, el bebé tiene que adaptarse a un mundo absolutamente diferente a aquel entorno acuoso en el que fue gestado, un entorno en el que todas sus necesidades eran cubiertas, y del que un día, de una manera abrupta, emerge a otro completamente diferente. De repente tiene mucho espacio a su alrededor, sin límites que le contengan, tiene que aprender a respirar. En tan sólo unos instantes, el bebé vive tal cantidad de experiencias que podrían relatarse como una vida entera.

Durante los primeros meses, años de vida, el bebé también aprende a esperar, a nutrirse de muchas maneras diferentes, a relacionarse con los demás. Y a través de esta relación, se siente a sí mismo como una persona de valor, se siente querido. Requiere tiempo que el bebé y las personas que lo cuidan se conozcan, se reconozcan, aprendan a tratarse y profundicen cada vez más en el vínculo que los une.

En esta primera etapa de la vida se forman las bases de la personalidad, de la autoestima, con la peculiaridad de que en el futuro, la persona no recordará cómo fue tratada ni lo que le ocurrió en este periodo, ya que el cerebro del bebé aún no puede registrar esas memorias de manera consciente. Y sin embargo, son memorias que acompañarán a la persona, impregnando cada sentimiento, cada pensamiento, cada decisión, cada acto, durante el resto de su vida.

Cada sesión de terapia Morfoanalítica puede entenderse como una pequeña inmersión en estas memorias arcaicas que marcaron tan profundamente la vida de la persona. Día a día, sesión a sesión, vamos acercándonos con delicadeza a este núcleo vital. Nuestro toque, nuestra voz, nuestra mirada, acompañan al paciente al ritmo que necesita, para poco a poco ir adentrándonos juntos en este mundo interno suyo, tan vivo, tan rico. Un mundo desde el que percibe e interpreta las experiencias que le llegan del mundo exterior, y desde el que también se percibe y se comprende a sí mismo.

Nos adentramos en un mundo plagado de sensaciones corporales, imágenes, metáforas, en el que el tiempo se detiene, se expande y se contrae, dando la dimensión adecuada a la vivencia original guardada en el cuerpo del paciente. Este recorrido hacia el interior podemos hacerlo a medida que la persona va permitiéndonos acompañarla, va permitiéndose vivir una mayor profundidad dentro de sí misma. Y durante este camino, las memorias salen a la luz de muy diversas maneras, pudiendo así ser reconocidas, comprendidas, y en muchos casos, reparadas.

Este trabajo profundo y delicado, preciso y empático, requiere tiempo. Hay instantes que bien merecen una vida entera.

«¿Dónde hemos estado?», me preguntaba la paciente.

La respuesta:

En ti.

Irene Galván Flórez

Terapeuta Morfoanalista.

Artículo publicado en la página oficial de Facebook de la Asociación Española de Terapeutas Morfoanalistas en mayo de 2021.