Una vida nueva

Cuando Leire vino por primera vez a mi consulta, me sorprendió su excesiva necesidad de agradarme pese a no conocerme. Sin embargo, su mirada me dejaba entrever el dolor de no poder mostrarse tal cual era, de tener que vivir controlando sus emociones con mucho esfuerzo.

Una escoliosis dorsal combinada con hipercifosis recorría su columna vertebral. También padecía de hombro congelado y de problemas con el retorno venoso y linfático en las piernas. En sus primeras sesiones mis manos sentían la rigidez de sus tejidos, endurecidos para poder reprimir su espontaneidad y poder soportar su manera de vivir.

A medida que el proceso terapéutico de Leire avanza, su cuerpo se está realineando en los ejes fisiológicos gracias al trabajo de reestructuración postural. A su vez, su musculatura está pudiendo soltar la excesiva tensión y descansar, y los diversos síntomas que la aquejaban se están suavizando paulatinamente. Está desarrollando su propiocepción y se siente ella misma dentro de su cuerpo cada vez más. Leire está pudiendo soltar el sufrimiento que retorcía su columna, el eje estructural sobre el que se construye y se asienta la esencia de la persona.

A nivel interno, la reestructuración del trabajo terapéutico también tiene su repercusión; ahora puede percibir, expresar y aceptar otros sentimientos muy vivos, hasta ahora casi desconocidos para ella. Estos sentimientos no habían encontrado un acogimiento suficiente en etapas tempranas de la formación de su personalidad. Había fallado lo que Bion denomina la función alfa, la capacidad de quien realice el maternaje para elaborar aquellos elementos psíquicos que el bebé aún no es capaz de comprender y que le producen un profundo sentimiento de desintegración. En condiciones normales, estos elementos (miedos, culpa, rabia…) son comprendidos por la madre, y devueltos al bebé de forma que los pueda asumir (voz en calma, contención física…). En el caso de Leire, estos sentimientos incomprendidos tuvieron que quedar escondidos en su inconsciente, encapsulados con forma de tensiones en su cuerpo, hasta que el proceso terapéutico les ha dado la posibilidad de ser elaborados, comprendidos e integrados. Poder acceder y expresar estos sentimientos, ahora conectada consigo misma y consciente de ello, la ayuda a vivirse a sí misma desde otra perspectiva, y también a su pasado y su presente.

En su proceso, Leire se va sorprendiendo a sí misma no tolerando algunas situaciones en su día a día que antes la sometían, la herían. Va recuperando su espontaneidad, su sensibilidad y su fortaleza interna. En el camino, va aprendiendo a integrar esta nueva forma de sentir, de vivir, modificando progresivamente el rol en el que se había tenido que colocar en su entorno.

El proceso en terapia Morfoanalítica provoca un cambio físico y psíquico paulatino, inexorable, hacia un mayor equilibrio, un cambio que la persona va poco a poco interiorizando, haciendo propio. Nuestro trabajo en el cuerpo transforma a nivel profundo el ser y aparecen nuevas apetencias, gustos, rechazos, que es importante atreverse a seguir. Es la parte sana de la persona, el Yo está emergiendo fortalecido gracias a los cuidados, la presencia, la escucha empática que lo nutre durante el proceso terapéutico. La persona siente un impulso interior que reconoce como propio y que la lleva a hacer los cambios que necesita en su vida.

Comienzo el año dándole mi enhorabuena a todas aquellas personas, valientes, que están desempolvando su luz interior, atreviéndose a empezar una nueva forma de vida desde un sentir diferente, más libre y acorde a su verdadera esencia.

Feliz año nuevo. Feliz vida nueva.

Irene Galván Flórez

Terapeuta Morfoanalista.

Artículo publicado en la página oficial de Facebook de la Asociación Española de Terapeutas Morfoanalistas en enero de 2022