Las corazas musculares

«Me siento feliz por poder sentir todo lo que siento, y libre por poder decirte lo que pienso.»

Esta frase asomó a los labios de una paciente, aún con sus ojos cerrados, al final de una sesión. Desde muy pequeñita su cuerpo aprendió a retener su espontaneidad natural para evitar el enfado su padre, cuya consecuencia era mejor no tener que sentir. Su cuerpo tuvo que aprender a retener las muestras de alegría, de enfado, de miedo. Tuvo que aprender a pasar desapercibida. Poco a poco esta niña se fue endureciendo, creando una coraza que la mantenía inmóvil y restringía su comunicación separándola de los demás. Su cuerpo estaba apretado para no dejar salir su sentir. Y con el tiempo, gran parte de su sentir se fue apagando incluso en su interior, para ella misma. «¿Quién soy? ¿Qué es lo que quiero?» Se preguntaba meses atrás, cuando ya habíamos empezado a tomar contacto profundo con la historia de su vida que había quedado grabada en forma de tensiones en su cuerpo.

Escuchar que se sentía feliz y libre al final de esta sesión me hizo sentir muy orgullosa de ella; estaba recuperando su sensibilidad y su confianza en sí misma, y en los demás a través de la relación transferencial.

Este tener que ocultar una parte de uno mismo me hace pensar en otro paciente, muy exitoso en su trabajo, al que de joven «enderezaron» en casa al son de «ponte recto». Durante el transcurso de la terapia descubrió que debajo de su autoexigencia aprendida se escondía una soledad profunda, una falta de apoyo y cuidado que venía de muy atrás en el tiempo. Este paciente pudo revivir conmigo su soledad, pudo permitirse encorvarse de nuevo, pudo sobreescribir de otra manera este aspecto de su vida, exigirse menos, mostrarse más vulnerable. Durante esta etapa de su proceso de transformación psico-postural sus problemas digestivos y cefaleas se fueron reduciendo hasta desaparecer casi por completo. Cuando se hubo nutrido suficientemente con el acompañamiento específico que proveemos los terapeutas morfoanalistas, descubrió que podía erguirse sin esfuerzo, sintiendo el apoyo de sus pies firme y estable sobre el suelo y con un vigor nuevo, un mayor disfrute de su camino en la vida.

Una de las ideas principales de Wilhem Reich, médico, psiquiatra y psicoanalista en los años 40 del siglo pasado, era la noción de coraza muscular según la cual la parte más externa, la más evidente del ser humano era la más dependiente de la adaptación social. La parte más profunda se correspondería con la parte más espontánea, natural y primaria, quedando en medio un estrato de diversas defensas musculares.

Hoy, la neurocientífica Nazareth Castellanos, cátedra extraordinaria de la Universidad Complutense de Madrid, es conocida por evidenciar en sus estudios la continua interrelación entre el estado corporal y el psicoemocional.

Los terapeutas morfoanalistas constatamos todos los días en nuestras consultas estas evidencias teóricas. El trabajo sobre las corazas musculares a través de la profundización de la respiración y la realineación del cuerpo en sus ejes fisiológicos es la base fundamental de nuestro cuadro terapéutico. Pero este trabajo no sería suficiente sin una escucha y un acompañamiento psicoemocional empatico y comprometido. Es la unión de estos aspectos físicos y emocionales lo que permite que nuestros pacientes recuperen la conexión con su verdadero ser y desarrollen las herramientas que necesitan para reconducir su camino en la vida, con el goce de disfrutar de un cuerpo más saludable, perceptivo y disponible.

Artículo publicado en marzo de 2023 en la página oficial de Facebook de la Asociación Española de Terapeutas Morfoanalistas.